Las palabras que callamos nos dejan con aquel sabor vacío del "qué efecto hubiesen tenido", además de tener que soportar la carga de sobrellevarlas consigo.
Las palabras que invertimos y dedicamos de más, nos hacen pensar que por su inoportunidad salimos perdiendo, encontrándonos en un puerto al que no queríamos ni buscábamos arribar; pero esta vez con aquel sabor a culpa de habernos cavado, nosotros mismos, nuestra propia tumba.