Era el momento en que comenzaba a sentirme parte. Momento tan lejano como ansiado, en el cual por alguna razón sentía que lograbamos alinearnos. Ponernos en sintonia, aun sin saber bien hacia donde nos estábamos dirigiendo. Sin evaluar las conveniencias y por fin permitiendonos vivir el sentimiento y el impulso de buscarnos, sin pensar en absoluto respecto a ello. Era el momento en que empezaba a confiar. En vos. En mi para con vos. En esto que no tiene denominación común ni formalidad alguna. Momento en el cual empezaba a apostar apesar de padecer plena consciencia del riesgo que ello implicaba. De no saber en detalle y con certeza qué se pretende y qué se quiere. Donde ya el problema no era suponer y concluir sentimientos (no del todo ajenos, por involucrarme). Estaba empezando a confiar en las palabras o mejor dicho, en los impulsos, ya que al final éstos terminan siendo el reflejo más transparente y sincero que pueda brindarse. Sabia que no me convenía "volar" pero no estaba pudiendo (ni queriendo) evitarlo y controlarlo. Hoy en verdad no puedo definir qué buscaba y qué esperaba. Las expectativas no existian, y por primera vez en mi vida estaba empezando a actuar como quería actuar, sin cuestionamientos ni estrategias dignas de aplicarse. Sin detenerme a pensar en cómo iba a darse la consecución de los hechos.Eras real, y eso para mi implicaba un sinfín de sensaciones contradictorias e indescriptibles.
Con el tiempo aprendí que en la vida no hay que quedarse con dudas. Aprendí que el pensar "que hubiera pasado o sido si..." no genera acciones posteriores fructíferas. No se puede vivir toda una vida atada a eso que hubiese sido y no fue y dejándose condicionar por este leve pero dominante pensar. Es esa con la sensación con la que hoy me arrojo. Y resulta vacío reconocer que será un cuestionamiento que perdure con el tiempo, incapaz de concluirse y callarse por sí. Siento que el escaso e intenso tiempo me significó la gloria. Me enseñó "felicidad" y entre comillas porque ni yo me lo creo. Me resulta exagerado dedicar esa palabra a aquello que no tenía ni parecía querer tener nombre. Hiciste que tenga ganas de correr el riesgo. De sufrir, de pasarla mal y de repetir la misma incertidumbre, apesar de que prometas no hacerlo. Lograste que minimice todos aquellos frenos que tiempo atrás no me permitían disfrutar sino más bien esclavizaban mis propios pensamientos, condicionandome. Quería correr el riesgo, quería vivirlo hasta el final. Hasta donde de, hasta donde vos quieras. Hoy me paro en perspectiva y hasta quizás lo considero demasiado. Pero de todas formas no me importaba cuanto había que perder. Me estaba rigiendo por mi fiel principioracional de que todo hay que vivirlo. Absolutamente, lo bueno y lo malo. Y tras ello iba. Buscaba vivir hasta el final aquello que me hacía sonreír. Que me llenaba de euforia y ganas. De miedo tambien, pero valía la pena padecerlo. Realmente no puedo descifrar qué hubiese sido de todo aquello. Pero en definitiva eso no importa ni resulta trascendente de analizar o aclarar. Absolutamente todas las personas con las que nos topamos tienen algo que enseñarnos, como así algo que aprender de nosotros mismos. No se puede identificar no sólo la razón sino aquello que es objeto de unión por acarrear ese vínculo. Es decir: no se trata de perseguir a quien porta aquello que nos conviene aprender sino de vivir por mero impulso e inconscientemente aprendiendo, involucrando rasgos imperceptibles, casi intuitivos. No me arrepiento de haberme transparentado tanto. Quizás sí de hablar de mas, fiel estrategia a la que fui leal en cuasi toda mi vida. Dedicarle un texto a estos irrelevantes e inseguros pensamientos resulta quizás excesivo y exagerado, pero sentía y siento la necesidad del grito de agradecimiento, porque jamás me hubiese permitido desnudarme como sentí hacerlo, si no era motivada por aquella fuerza. Pese a lo que pudo o podría ser, no puedo concluir más que el evidente cariño e importancia que, merezcas o no, te ganaste. Sin palabras. Gracias por hacerme sonreir. Me das ganas de animarme.