Me miró fijo y con la mayor amabilidad que podia brindarme, me cuestionó aquellas cosas que callo. Que disimulo vivir y pensar, que silencio y en algun punto oculto. Cosas a las que no le quiero poner palabras, por que tal vez prefiero no identificar la emoción que me generan (aun sabiendo que podria ser para lograr mi mejor version).
Me pasan, me afectan, me conmueven y movilizan. Pero todo pasa dentro mio y dentro de este metro sesenta que me envasa.
Me dijo que no contar algo que me pasa significa algo, y más si con quien hablo es un psicologo. Que lo piense, que son cosas que me las estoy negando.
Y yo pienso por qué no las conté, porque en verdad no lo quise ocultar. No lo conté porque queria alejarme de eso, queria no hacerme cargo de que eso formaba parte de mi, en algun punto. Me preguntó puntualmente por ese aspecto de mi vida y ahi estallaron todas mis palabras en su cara, desordenadas, incoherentes, sin sentido. Palabras y pensamientos que estan guardados la mayor parte del tiempo, y que cuando exteriorizo se contradicen totalmente a mi accionar. Digo una cosa pero estoy haciendo totalmente otra. Y decirlas, contarlas, reconocerlas, implica ser consciente de ese desorden. Ese desorden que prefiero no mirar. Desorden que entonces si no miro, no existe. Entonces prefiero no contar mucho, no contar tanto y no decidir nada al respecto. Simplemente dejar fluir.¿Hasta cuando? ¿Hasta que me estalle en la cara?.
Yo sé que no las contaba, sé también de que eran temas especiales que en realidad no tenia definido qué decir y qué hacer al respecto, pero ¿por qué no las contaba? Ni siquiera exteriorizaba la duda que me podia generar, simplemente evadía el tema, la persona, la emoción. Simplemente ese aspecto en mi vida no existia y solo duraba lo que duraba el encuentro.
Fue una boludez esperable la que me planteó pero tal vez por haber sido cuestionada por un tercero es que logró inquietarme. Por haberme dejado sin respuestas. Por sentir que cada vez me conozco menos.